jueves, 19 de junio de 2014

De ropas y mathoms

Todo mathomero ambulante debe saber que en sus largos viajes necesitará una ropa cómoda y versátil, que pueda adaptarse al clima de cada región, y una mochila repleta de objetos y herramientas. Nuestro apreciado dragonero ha accedido a enseñarnos su oficio y vestimenta.


La clave de su ropa está en la variedad de túnicas y prendas de diversos grosores. Como ropa interior, su camisa de algodón debe ser flexible y fresca para los días de más calor; con ella puede dormir y hacer trayectos cortos. Eso sí, alguien debería enseñarle al mathomero el arte de lavar los trapos...
Por otro lado, la saya de lino grueso es su prenda de diario, con unas mangas de lana para resguardarse del frío. Además, para los días de lluvia suele disponer de una capucha impermeable de piel de ardilla.
Y finalmente, la cofia, ese tocado que nunca se quita de la cabeza como muestra de respeto y sumisión ante el Creador.






Esto es lo que podremos encontrar en su haber:
- Sus herramientas para reparar los mathoms que recopila.
- Todo tipo de hierbas; algunas para dominar la voluntad de reyes y dragones, otras para curar heridas y dolor de muelas, para invocar o pedir nubes, y otras más poderosas para ahuyentar a los mosquitos.
- Ungüento para quemaduras.
- Caseta para criar dragones jóvenes y un envase con babosas ciegas para su alimento.
- Utensilios de cocina.
- Una cabeza disecada de mono (todos ya sabemos para qué).
- Algunos amuletos y una muda de ropa interior.

Ahora ya sabéis todo lo que ha de precisar un buen mathomero. ¿Alguien se anima a dedicarse a este oficio?

miércoles, 11 de junio de 2014

Pero, ¿qué demonios es un pellote?


La mayoría nunca habrá oído palabra semejante, algunos en cambio lo asociarán erróneamente a un cactus de propiedades alucinógenas y otros pocos lo podrán definir como ‘especie de túnica medieval’.
En efecto, al referirnos a un vestuario tan lejano a nosotros en el tiempo, es fácil que la terminología desaparezca, se confunda o se simplifique en conceptos más generales; pero, lo cierto es que, esta simplificación no nos permite apreciar el vestuario en toda su riqueza y, hablar tan sólo de túnicas y capas, reduce sobremanera toda una clasificación de prendas de vestir.
Es en los siglos XII y XIII donde algunos investigadores han puesto mayor atención en este tema, dando algunas guías para la ordenación en los conceptos del ropaje. En una sencilla distribución podemos concebir la siguiente tipología de prendas: de interior, de encima y de sobretodo, más otra de complementos. Con ella se entiende muy bien el orden en que se visten las prendas, dónde cada una se coloca sobre la del tipo anterior
 Hay que hacer aquí un inciso en lo que respecta a vestiduras militares y eclesiásticas, ya que éstas necesitan una clasificación aparte.

• La ropa interior está formada por: camisa, calzas y bragas. Las calzas son como unos calcetines largos hasta el muslo que se sujetan a las bragas (calzones parecidos a los modernos calzoncillos). La camisa es la primera de las prendas a las que, comúnmente, llamamos túnica.
• Las vestiduras de debajo forman el grueso de prendas más usadas y con más variabilidad de formas. Aquí encontramos la saya, también llamada gonela o aljuba, y el brial. Son otro tipo de túnicas que se diferencian entre ellas por la calidad de los tejidos.
• La ropa de encima incluye el pellote (especie de túnica sin mangas) y el pellizón, también llamado piel o almejía al estar forrado de piel. Ambas son prendas para vestir de calle en tiempo de frío.
• En las vestiduras de sobretodo encontramos las ropas de abrigo o de viaje, ya que solían tejerse de lana. Entre ellas está la garnacha, parecida al pellote pero forrada de piel, y el tabardo. En esta misma tipología hay que mencionar los mantos y capas que, a su vez, se dividen en: capa de cuerdas, capa afiblada, manto o alquice, manto circular y balandre o perpunte.
• Finalmente y, ya entrando en el mundo de los complementos, hacer especial alusión al calzado y a los tocados. Los zapatos rejillados se caracterizaban por sus aberturas decorativas, los alcorques o escarpines por su tipología de sandalia con plataforma, el zapato bajo por un cosido central en el empeine y la zabata, de tipo abotinado, por ser el modelo de calzado más ampliamente usado.
En cuanto a los tocados, hacer referencia brevemente al capiello en forma de boina, al sombrero de copa semiesférica y alas de mayor o menor amplitud, a la almuza proveniente del gorro frigio y a la famosa crespina o cofia de armar.


Esta explicación general no pretende, ni mucho menos, agotar el tema sino arrojar un poco de luz en la terminología del vestuario, que se reinventa constantemente y en el que se expresa la personalidad del portador. Y es que en una época de admirable libertad de ceración, el vestido mismo es “tema de ornamento”.