jueves, 31 de julio de 2014

Aesch, de los Dracónidas


Hay que adentrarse en lo más profundo de los valles rocosos del Tohu va Hobu para conocer el hábitat originario de la tribu de los Dracónidas. Es éste un pueblo milenario muy poco conocido en occidente a causa de sus misteriosas tradiciones; de hecho, la gente que sólo los ha conocido superficialmente habla con miedo de sus rituales en honor de un extraño animal en forma de serpiente. Algunos lo llaman ‘Leviatán’, otros ‘Nidhogg’ o ‘Quetzalcóatl’, aquí se le conoce popularmente como ‘dragón’.
Este animal es el centro de su mística ritual, no como un ser divino ni tampoco como bestia maligna sino como el guardián del fuego secreto. Para la tribu, el dragón es el espíritu universal que asume todas las formas de la naturaleza, un ser primordial que debe ser purificado. El dragón, que suele morar en estrechas grietas, sólo puede ser dominado por  la acción conjunta del sol y la luna, por lo que los Dracónidas son unos sabios astrónomos, hábiles en la confección de calendarios y en la predicción de eclipses.
Así pues, hombres y mujeres se inician desde pequeños en los secretos y habilidades para la dominación del dragón, desde silenciosas estrategias para sobrevivir en las cuevas hasta métodos para endurecer escamas o afilar garras. Pero éste no sólo es un camino difícil, sino que además muchos de los dragones han pervertido su esencia volviéndose codiciosos y mundanos, causa por la cual muchos de los aspirantes dracónidas han flaqueado y abandonado la tribu, cada vez más reducida y dispersa.


Nuestra conocida cazadora es una de los jóvenes que aspiran a continuar la tradición de su pueblo milenario. Aesch la llaman y su nombre significa ‘fuego lunar’.
Aesch había sido criada, como todos los Dracónidas, en el arte del dominio del dragón y muy temprano había destacado por su capacidad de pasar desapercibida y disimular su presencia en el hábitat de estas bestias. Los años le dieron mayor fortaleza física y perspicacia y curtieron su piel en las inclemencias del tiempo; había aprendido a usar la tozudez a su favor y a mostrar valentía cuando la situación lo exigiese. Ahora vemos como su porte erguido y su armadura de escamas infunden presencia y los dibujos tribales de su mentón mantienen el respeto de los dragones durante los diálogos adivinanza; su brazo derecho se prolonga a través de su lanza y el izquierdo está siempre a punto para armar la ballesta. Hay que decir que, a pesar de sus dotes con los dragones, Aesch habla muy poco y no deja verse demasiado entre la gente y, delante de las preguntas inoportunas, contesta con un gruñido.


A pesar de su áspero trato personal no hay que dudar de su nobleza dracónida a la hora de manejar un dragón: si alguno le da a usted problemas, Aesch es su mejor partido. Aunque deberá tratar con ella primero…